El jardinero condenado a ser "rey sustituto" que se convirtió en el auténtico rey
- Ex Oriente Lux
- 14 jul 2020
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Los pueblos de Mesopotamia, (sumerios, acadios, babilonios, asirios…) pensaban que si un mal presagio amenazaba al rey, otro, normalmente una persona de bajo origen, un prisionero o un esclavo, debía sentarse en el trono para recibir ese mal, quedando el verdadero rey a salvo. Durante el tiempo que duraba la sustitución, al nuevo rey se le concedían algunas libertades, con el fin de enfatizar su suplantación, aunque no poder de gobierno efectivo. Podía estar acompañado de una reina sustituta y tener una pequeña corte para entretenerse, y al verdadero rey se le llamaba, mientras tanto, granjero (ikkaru).
Numerosos fueron los rituales del rey sustituto durante la larga historia de la civilización mesopotámica, pero especialmente curioso resulta el ritual acaecido en el siglo XIX a. C. durante el reinado del rey Erra-Imitti que tras ocho años de reinado, cierto día los sacerdotes le anunciaron que se aproximaba un eclipse con mal augurio. Así que Erra-Imitti, como era costumbre, buscó quien podría ocupar su trono mientras duraba el fatídico fenómeno, pues de lo contrario ello le supondría ser el blanco de las calamidades que se avecinaban o incluso su propia muerte, así que comenzó con la tarea de seleccionar a su efímero reemplazante. Su idea, como era costumbre, sería elegir a un mendigo de la ciudadela que lo reemplazase. Sin embargo, el destino quiso que antes de marcharse se dirigiera a sus jardines a respirar el aire fresco de las flores. Una vez allí prontamente divisó a un joven jardinero llamado Enlil-Bani y, pensando que podía ahorrarse el trabajo de ir hasta la ciudadela, lo escogió como reemplazante.
Seguramente el joven Enlil-Bani sintió que la desgracia había llamado a su puerta al ver que la guardia real lo escoltaba a la fuerza a ponerse el ropaje de rey. No sabemos a ciencia cierta si el jardinero sabía el destino que le esperaba, aunque lo más probable es que si debido a que esta era una práctica muy común en la sociedad sumeria cuando se avecinaba un eclipse o se profetizaba un mal augurio. Ya una vez aseado, vestido adecuadamente y engalanado para la coronación ritual y ante la multitud dispuesta a aclamar al nuevo rey sustituto, ocurre un rápido suceso que dejó atónita a la corte: Mientras ocupaba el lugar de Erra-Imitti éste esperaba pacientemente tomándose un caldo de avena caliente. Y de pronto cayó muerto. Quizá a causa de un infarto, quizá por otra razón. Esta era la primera vez en que algo por el estilo ocurría.
Pasó el eclipse y los sacerdotes invitaron a Enlil-bani a abandonar el trono, como era la costumbre. A lo que éste se negó, aduciendo que un rey ya había sido sacrificado y, puesto que él había sido coronado oficialmente para la ocasión, era el monarca legítimo. Los sacerdotes le dieron la razón, seguros de que deuda ya había sido saldada, y así Enlil-Bani reinó durante 24 largos años, llegando a ser el segundo rey más longevo de la dinastía Isin.
La razón por la que al jardinero se le permitió continuar siendo rey e iniciar su propia dinastía a pesar de ser un simple jardinero sin ser de noble linaje ni tener conexiones con el poder, es por el simple hecho de que la sociedad sumeria era muy supersticiosa. La muerte del rey Erra-Imitti se interpretó como un deseo divino, y remover a Enlil-Bani quizás, según sus creencias, hubiese significado un insulto a la voluntad de los dioses y habría traído severas consecuencias.
La historia, que solo se conoce por copias babilonias muy posteriores, es posible que no sucediera exactamente así. De hecho se trata de una leyenda, quizá apócrifa, pero cuyo trasfondo pone de manifiesto una práctica muy antigua, la del ritual del rey sustituto en Mesopotamia.
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