El fratricidio otomano: la ley más cruel de los sultanes turcos
- Ex Oriente Lux
- 21 mar 2021
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Se conoce como fratricidio al acto de matar al hermano. Existen una gran cantidad de ejemplos de fratricidio en la historia, en diferentes épocas y en distintas culturas, incluso en la mitología y en las religiones se dan casos de fratricidio famosos. Las religiones abrahámicas, por ejemplo, reconocen al famoso relato bíblico de Caín y Abel como el primer asesinato fratricida que se cometió. En la mitología de la antigua Roma , la ciudad se fundó como resultado de un fratricidio, con los gemelos Rómulo y Remo discutiendo sobre quién tiene el favor de los dioses y sobre los planes del otro para construir Roma, con Rómulo convirtiéndose en el primer rey y homónimo de Roma después de matar a su hermano.
El fratricidio no era una práctica legal en los inicios del Imperio Otomano, pero todo cambió después del siguiente acontecimiento. En el año 1402, el Imperio Otomano parecía imparable. Había podido con todos sus contrincantes de Los Balcanes, se había fortalecido en Anatolia y asfixiaban desde hacía casi una década a la maltrecha Constantinopla, rodeada territorialmente por las nuevas conquistas otomanas. Sin embargo, la fortaleza e invencibilidad del poder otomano iba a acabarse pronto: desde el Este surgiría una gran amenaza que les golpearía fuerte. Fue Tarmelán, el último de los grandes khanes de las estepas asiáticas y que gobernaba un enorme imperio, que iba desde Mesopotamia hasta el Himalaya, quien le desafió y les destrozó en la batalla de Ankara. Bayezid I fue derrotado y además fue capturado y hecho prisionero por Tamerlán.

Los hijos de Bayezid I comenzaron a preocuparse, con su padre fue capturado por Tamerlán, corrieron a organizarse individualmente, a recoger sus apoyos y a preparar sus tropas para dividir el imperio en tres partes. ¿Quién sería el próximo líder? Tamerlán decidió no liberar a su enemigo sabiendo que así debilitaría aún más al imperio otomano y Beyazid viéndose preso y sin opción de ser liberado, se volvió loco, terminó por suicidarse. Así surgía el inicio de un período caótico en el Imperio otomano que a punto estuvo de finiquitar para siempre el dominio turco. Aunque Mehmed Çelebi fue confirmado como sultán por Tamerlán, sus hermanos Süleyman Çelebi, İsa Çelebi, Musa Çelebi y, posteriormente, Mustafa Çelebi, se negaron a reconocer su autoridad y cada uno reclamó para sí mismo el trono. Iniciando así una cruenta guerra civil de todos contra todos por el poder absoluto. En esta disputa fraticida, se encontraban en pugna por el poder dos principales grupos políticos, que habían surgido en el imperio otomano en los años anteriores al desastre de Bayezid I., la aristocracia turca y el “Devşirme”. Los primeros, que habían dirigido las primeras conquistas balcánicas y se había beneficiado de ellas en botín y posesiones territoriales y que en ese momento querían avanzar sobre el resto de Europa, con la finalidad de que su poder político y financiero se mantuviese e incrementase. Estos representaban la antigua tradición islámica. Deseaban abandonar la tendencia de incorporar maneras y el estilo bizantino al estado otomano y reemplazarlas con aquellas heredadas del antiguo califato abasí. En contraposición se encontraba el “Devşirme”, que eran cristianos conversos al islam y culturizados al modelo turco, que deseaban continuar con una política de paz con los estados europeos balcánicos y frenar la expansión otomana hacia el Oeste. Preferían centrarse en avanzar militarmente por el Este hacia el resto de Anatolia, sobre todo para privar a sus oponentes de nuevas fuentes de recursos financieros y militares.
El Interregno duró unos11 años hasta la batalla de Çamurlu el 5 de julio de 1413, cuando Mehmed Çelebi emergió como el único y definitivo vencedor, se coronó a sí mismo sultán con el nombre de Mehmed I y restauró el imperio.
Todo pareció volver a la calma hasta que tiempo después las rivalidades internas regresaron con la llegada al trono del nieto de Mehmed I, Mehmed II: El primogénito había fallecido, tenían un tercer hermano bebé y él accedió al poder de forma medio fortuita, como un segundón, ya que Mehmed II era hijo del sultán con una concubina. Consciente de su débil legitimidad, asesinó a su hermano pequeño, incluso a su madre, y promulgó una ley sádica con el fin de atajar los problemas hereditarios y sucesorios: la idea era que nadie le volviese a cuestionar nunca más y evitar en el futuro las cruentas guerras civiles de lucha por el poder. Esta ley obligaba a todo heredero al trono del imperio a acabar con sus hermanos, pero había un problema…la propia ley coránica de los musulmanes.
¿Cuál era el problema? Que la ley coránica prohibía a los herederos del profeta Mahoma “derramar la sangre” de otros herederos del profeta: en realidad Mahoma con esta ley quería prohibir que se mataran entre ellos, pero aquí Mehmed nieto se agarró a la literalidad del texto y la reinterpretó de una forma muy peculiar al promulgar la muerte de los hermanos sin, efectivamente, derramar sangre, mediante la asfixia. “Por el bien del Estado, aquel de mis hijos al que Alá le ofrezca el sultanado deberá, según la norma, enviar a sus hermanos a la muerte”, rezaba el decreto imperial de Mehmed II. Fue así como en unos 150 años acabaron cayendo unos 80 integrantes de la familia real Osmalí.
Los métodos de asesinato fueron sofisticándose con el tiempo: a las mujeres se las tiraba al mar Bósforo confiando en su ahogamiento inminente y a los hombres se les estrangulaba con una prenda de seda. El más perverso de todos los herederos y que es tristemente célebre en la historia de la Dinastía Otomana por haber hecho estrangular a un número record de hermanos en pos de una sucesión sencilla para su persona fue Mehmed III (1566 –1603), quién mató a 26 personas en total: a sus 19 hermanos y a 7 mujeres embarazadas, amantes de su padre, para acceder al trono. A él se le puede considerar el mayor fratricida de la historia.
Curiosamente el hijo y sucesor de este sultán fratricida le daría una vuelta de tuerca a esta tradición ¿Por qué? Por el amor sincero que sentía hacia su hermano. Ahmed I, sólo tenía un hermano, Mustafá, un joven con cierto retraso mental al que adoraba. Los dos se veneraban y se cuidaban mucho. Ahmed fue incapaz de matarlo, pero a la vez era consciente de que tenía que respetar de alguna manera la ley instaurada, así que la volvió a reinterpretar. Metió a su hermano en una sala de palacio a la que acabaron llamando “la jaula”, donde recibió exhaustivos cuidados y un equipo se dedicaba día y noche a agasajarle personalmente, conforme con su discapacidad. Puede que suene bien, pero lo grave es que también se convirtió en tradición y los posteriores sultanes lo imitaron, en vez de mandar estrangular a sus hermanos al subir al trono, algunos mandaron encerrar a sus hermanos y aislarlos del mundo exterior. Este confinamiento proporcionó seguridad al sultán reinante y continuidad a la dinastía.

La falta de contacto humano y el vivir aislados hicieron que la mayoría de los encerrados perdieran el juicio y se volvieran inestables al sufrir enfermedades mentales al acabar enloqueciendo a los pocos años encerrados en “la jaula”. Esta tradición enfermiza se practicaba aún en tiempos del último sultán turco, Mehmet VI, quien asumió el trono en 1918. Mehmed VI tenía cincuenta y seis años cuando accedió al trono y había estado en la Jaula toda su vida. Fue confinado a la Jaula por su tío Abdülaziz y había permanecido allí durante los reinados de sus tres hermanos mayores. Fue el más largo y el último confinamiento de un sultán por sus predecesores.

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