Los colosos flotantes de los faraones: las naves más grandes de la Antigüedad
- Ex Oriente Lux
- 1 abr 2021
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Actualizado: 4 may 2021
Con la llegada de la época helenística, la finura y elegancia del arte griego se fusionará con el colosalismo típico de las culturas del antiguo Oriente. Un buen ejemplo de ello en la arquitectura es el Faro de Alejandría o en el campo militar la Helépolis, la gran torre de asedio con la que Demetrio Poliorcetes intentó tomar Rodas, y que con sus despojos los rodios levantarían el famoso Coloso de Rodas, otro buen ejemplo de ese colosalismo que estaba de moda en aquella época. Este colosalismo también llegó a la navegación y las naves y trirremes se harían cada vez más grandes. Y el campeón de la construcción naval a gran escala sería el faraón Ptolomeo IV (221-204 a.C), que como buen monarca helenístico que era, amaba las construcciones colosales. Gran amante del lujo y la extravagancia, decide ir más lejos que nadie y ordena construir el que es considerado el mayor barco de guerra de la Antigüedad, la Tessarakonteres (τεσσαρακοντήρης), que significa “nave de cuarenta remeros”. El nombre "cuarenta" no se refiere al número de remos, sino al número de remeros en cada columna de remos que lo propulsaban.
Hoy en día podemos hacernos una idea de cómo era gracias a autores de la Antigüedad como Plutarco, Ateneo y Calíxeno describieron esta embarcación como un coloso de más de 120 metros de eslora, cerca de 17 de manga y con 20 metros de altura sobre el agua, o mejor dicho, sin contar la parte sumergida. Los remos del banco superior, que serían los más largos, medían más de 17 metros. Necesitaba 4.000 remeros para ser impulsado, 400 hombres de tripulación y era capaz de transportar a casi 3.000 soldados. Como otras polirremes del estilo, tienen poco calado y lleva a bordo catapultas. Pero otros aspectos no están tan claros. Pero a pesar de las descripciones que de él hicieron los autores clásicos, existe el inconveniente de que no tenemos una imagen clara de cómo era, por lo que algunas de sus características son bastante oscuras. Por ejemplo, Calíxeno nos habla de que la nave tiene dos proas y dos popas, esto ha llevado a la interpretación de que la Tessarakonteres era en realidad un catamarán, con dos galeras unidas por un puente central, pero es algo difícil de verificar y, aunque se admita, también se desconoce si sus dos cascos estarían pegados o separados entre sí.

Hay un aspecto en el que los escritores de la Antigüedad sí que dejan muy claro de forma unánime: la inutilidad de la Tessarakonteres. Plutarco afirma que “no sirvió más que de espectáculo, pudiendo ser mirada como un edificio fijo destinado a la vista y no al uso, por ser muy difícil de mover, y aun no sin peligro”. Calíxeno, nos cuenta su viaje inaugural, en el que queda en evidencia lo engorroso e inmanejable que resulta: se tiene que mover mediante un andamiaje empujado por una multitud, y después tirado por un remolcador, siendo necesario incluso excavar un canal para que pueda llegar al mar.
Para lanzar el enorme barco, los ingenieros idearon una construcción de dique seco, entonces novedosa. Parece ser que un fenicio ideó un nuevo método para poder botar el gigantesco barco, cavando una trinchera debajo de él, igual a la longitud del barco, cerca del puerto. Edificando en la zanja puntales de piedra maciza de cinco codos de profundidad, y sobre ellos se colocó vigas transversales, que recorrían todo el ancho de la zanja, a cuatro codos de distancia unas de otras; y luego, haciendo un canal desde el mar, se llenó todo el espacio que se había excavado con agua, del cual se sacó fácilmente el barco con la ayuda de cualquier hombre que tuviera a mano; luego, cerrando la entrada que originalmente se había hecho, volvió a vaciar el agua mediante motores (organois); y una vez hecho esto, el buque descansó firmemente sobre las vigas transversales antes mencionadas. Se ha calculado que el muelle podría haber necesitado alrededor de 750.000 galones de agua para levantar la embarcación, lo que nos da una idea de la gran obra de ingeniería que supuso este desafío.

Tras la gigantesca e inútil Tessarakonteres, una gigantesca galera que no cabía en ningún puerto del mundo, Ptolomeo IV toma la decisión de construir ni más ni menos que un palacio flotante, la Thalamegos. Esta tendrá mucho más éxito que la Tessarakonteres. La Thalamegos era una magnífica embarcación de casi 90 metros de eslora, con unos 13 metros de manga y una altura de 17. Fabricada de materiales lujosísimos, los mejores y más caros de su clase de la época: marfil, oro, cedro escita, ciprés milesio, mármol índico y mármol de Paros. La nave albergaba unas cubiertas dobles de cerca de 160 metros para pasear y en su interior varias salas de banquetes y fiestas además de varios templos a los dioses. Fue ideado tan solo para placenteras excursiones del faraón por el río Nilo y el lago Mareotis ya que imponente tamaño y escasa capacidad de maniobra impidieron ser usado en alta mar. La nave contenía varias salas de banquetes y fiestas:
“Al principio según se entraba, del lado de la popa, estaba situado un pórtico abierto por el frente, rodeado de columnas. En la parte enfrentada a la proa había un vestíbulo construido de marfil y las maderas más preciosas. Atravesando este había una especie de proscenio que iba techado. En una disposición semejante había por detrás un segundo vestíbulo, enfrentado al otro, a su vez, por la parte central, y conducía a él una puerta de cuatro hojas. A izquierda y derecha se situaban unas puertecillas que proporcionaban ventilación. Aneja a ellos se hallaba la más grande de las salas. Estaba rodeada de columnas, y tenía capacidad para veinte lechos. En su mayor parte había sido construida de cedro escita y ciprés milesio. Las puertas del recinto, en número de veinte, estaban hechas de planchas soldadas de tuya, adornadas con marfil y oro. La guarnición de clavos de su parte frontal, así como las aldabas, que eran de bronce rojo, habían sido dorados al fuego. El cuerpo de las columnas era de madera de ciprés y los capiteles, de orden corintio, estaban adornados con marfil y oro. El entablamento era de oro macizo. Encima de él iba adaptado un friso con notables figuras de marfil de más de un codo de alto, mediocres artísticamente, pero dignas de admiración por el dispendio que suponían. Sobre el salón de banquetes había un hermoso techo tallado de madera de ciprés. Sus adornos iban esculpidos, con la superficie chapada en oro”.
Junto a este salón había también una alcoba con siete camas. Unido a él había un corredor estrecho, que separaba el gineceo a todo lo ancho del sollado. En el gineceo había un salón con capacidad para nueve lechos, semejante en magnificencia al principal, y un dormitorio con cinco camas”. De nuevo, hay que reseñar que sólo se refiere a las habitaciones principales, pues hay muchas más, ya sean o no de lujo. El gineceo, estancias exclusivamente para mujeres, es algo típico de la arquitectura griega.
La Thalamegos además contaba con salas para banquetes con templos de divinidades o que están consagradas a algún dios:
“Subiendo las escaleras que había junto al citado dormitorio se encontraba otra sala de cinco lechos, con una techumbre en forma romboidal. A su lado se hallaba un templete circular dedicado a Afrodita, y en su interior una estatua de mármol de la diosa. Frente a él, otro lujoso salón rodeado de columnas. Estas estaban talladas en mármol índico. Junto a este salón había unas alcobas que se correspondían en equipamiento a las ya descritas. Avanzando hacia la proa había otra estancia dedicada a Dioniso, con capacidad para trece lechos y rodeada de columnas, con una comisa chapada en oro hasta el arquitrabe que recorría el cuarto. El techo se adecuaba a la índole del dios”.
Además contaba con una zona para el culto dinástico a los Ptolomeos, para recordar a todos la antigüedad y logros de la estirpe del rey, que así trata de reforzar su legitimidad, divinidad e importancia:
“En el flanco derecho de la habitación se había construido una caverna, cuyo aspecto era el de una edificación de piedra hecha de auténticas piedras preciosas y oro. En ella estaban instaladas unas estatuas de la familia real en mármol de Paros”.

Esta magnífica y lujosa embarcación fue usada durante dos siglos por los faraones de Egipto. La última soberana de Egipto, la famosa Cleopatra, aún la mantenía. Es posible que ella y Julio César recorrieran el país Nilo abajo en compañía de un impresionante cortejo militar y civil. Cleopatra usó así la Thalamegos como una forma de afirmar la autoridad de Cleopatra sobre Egipto y una muestra de fuerza ante Roma. Es la última noticia que se tiene del palacio flotante y no sabemos que fue de ella posteriormente.
Y las naves del Gran Almirante Chino que se hizo a la mar por orden del Emperador. Me parece eran mucho más grandes. GRACIAS.